Palabras sugeridas por Raúl: supercalifragilísticoespialidoso, vejiga, gallardas, CD-ROM y trillar.
Marcos introdujo su CD-ROM de Los Tres Sudamericanos en la unidad de su pecé, mientras pensaba que no tenía por qué abrir ese maldito programa de chat. No tenía por qué hacerlo, pero la verdad es que tampoco tenía sentido esconderse, no dejarse ver. Al fin y al cabo, no conocía tanto a esa otra persona (al menos, teóricamente) ["...espialidoso, aunque al oir decirlo suene enredoso..."] como para tener miedo de su reacción ante lo que quería decirle.
No quería continuar esas conversaciones. La cosa iba ya demasiado lejos, aún cuando era imposible que la cosa llegase tan lejos. Para que eso ocurriese, Marcos debía tener la voluntad de dar el siguiente paso, que era el de descubrir su verdadera identidad ante la otra persona ["...mas largo verbo nunca oí, y se pronuncia así: Supercalifragilisticoespialidoso..."], aunque la verdad es que no se veía con fuerzas. No con tantas...
Decidió arrancar el programa. En los segundos de espera hasta que la pantalla principal se le presentó, planeó al menos tres maneras de encarar la realidad. Ninguna parecía buena. Era un total despropósito lo que estaba ocurriendo, una situación totalmente bizarra. "En realidad", pensó, "esto dará lugar a una de esas historias de talk-show, tan a la moda en los tiempos que corren".
La pantalla mostró por fin el programa listo para comenzar a hablar. Con parsimonia ["...dondibibibididon didua, dondibibibididon didua..."] accedió a la sala dónde conversaba todos los días con Dulcinea (de quién ahora sabía su verdadera identidad, lo que le mortificaba) y se mostró como Galahad, valiente caballero, capaz de las más gallardas acciones, galán y enamorado de la bella Dulcinea. Bueno, en realidad Galahad y Dulcinea no fueron contemporáneos, quizás Galahad no era tan gallardo, ni Dulcinea tan bella, pero la relación entre los dos seres reales tras los nick sí era contemporánea.
Con un suspiro, habló con ella.
Galahad.- Hola, mi bella dama.
Dulcinea.- Hola, mi buen caballero. ¿Dónde os habíais metido?
Con congoja, Marcos apreció la poco amable presión de su vejiga, pero no le hizo mucho caso. No podía, físicamente, visitar el aseo...
Galahad.- Asuntos urgentes requerían de mi presencia, mi señora.
"No debería seguir con esto, debo ir al grano", decidió. Apagó la música, la verdad es que no le ayudaba mucho. Es más, empezaba a reventarle bastante esa musiquilla.
Galahad.- Mi señora, debemos separarnos definitivamente, he de emprender un viaje que no tendrá, a buen seguro, retorno.
Dulcinea.- Oh, mi buen caballero, ¿quizás alguna aventura os aguarda en el horizonte?
"Menuda cursilada, mejor le digo que hay otra señora, o que me he hartado de este juego tonto, o que no soy un caballero, sino un bufón con evidentes defectos físicos. No sé, igual un argumento más trillado sería recomendable, como dice ella: una aventura peligrosa en una tierra incierta, y listo". Marcos se removía en la silla, pues su vejiga trataba incansablemente de doblegar su atención, y lo que era más preocupante, lo estaba consiguiendo.
Decidió cortar por lo sano.
Galahad.- Dulcinea, esto se tiene que terminar.
Dulcinea.- ¿Qué os pasa? Nunca os había visto tratarme así, como Dulcinea...
Galahad.- Estoy harto de este juego, no debemos continuar.
Dulcinea.- ¿Por qué? Espero todos los días para conectarme y hablar... ¡no podéis dejarme así como así!
Galahad.- Deja ya el tama de la cortesía. No puede ser. Yo sé demasiado, no quiero continuar con esto, que es malo. Hazme caso.
Dulcinea.- Pero, ¿qué vas a saber? Yo soy Dulcinea, tú Galahad, no nos conocemos. Deja que esto continúe, ¿qué haré si no?
Galahad.- Te equivocas en algo, yo te conozco.
Se hizo un silencio largo. Quizás ella estaba intentado decidir quién podría ser. O si podía ser un depravado de esos.
Galahad.- Tranquila, no soy ningún enfermo, ningún viejo verde... ¡tampoco soy una chica!
Dulcinea.- Vaya, me has dejado de piedra. ¿Quién eres? No creo que, después de conocernos como hemos hecho hasta ahora, vaya a haber problema por saber que nos conocemos.
Galahad.- Vale, no soy un depravado, pero te aseguro que no te voy a gustar.
Dulcinea.- Oye, no es justo, eso lo dices tú, ¿se puede saber qué te hace pensar eso?
"Vale, ya está, estoy a una frase de romper en pedazos todo este tema".
Galahad.- Marta, no te va a gustar saber que...
Dulcinea.- ¿También sabes mi nombre? ¡Qué emocionante!
Galahad.- ... que me he enamorado de ti. Soy Marcos, tu hermano.
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Nota del autor: anda, por favor, no os ensañéis conmigo. Todavía me falta mucho por aprender en esto de contar historias.